lunes, 16 de mayo de 2016

Hacemos música con nuestro cuerpo

En este post os hablaré sobre el transcurso de una actividad que personalmente llevé a cabo en un aula de infantil de tres años en la que primó la música.


A esta edad es natural que aún estén inmaduros en la interpretación musical, y más aún si no adquieren conocimientos o no trabajan correctamente la expresión musical, como es en el caso de esta determinada aula, aunque tal y como tengo entendido, es muy habitual que no se trabaje este ámbito en las aulas de infantil como es debido siendo tan imprescindible para el desarrollo infantil.
Sabemos que lo primero que descubren los niños y niñas es su propio cuerpo, con lo cual, la mejor forma de introducirles la música y la transmisión de sonidos es a partir de la percusión corporal. Trabajar la percusión corporal es una estrategia muy rica, además para potenciar el conocimiento del propio cuerpo.

Desarrollo de mi experiencia
Para empezar, en asamblea, y con la referencia de una “varita mágica” para que guardasen y respetasen armoniosamente el turno de palabra, les hice preguntas relacionadas con sus conocimientos previos sobre la música, tales como:
-          ¿Qué es de la música para ti?
-          ¿Cómo crees se hace la música?
-          ¿Qué instrumentos pueden hacer música?
-          ¿Cómo podríamos hacer música?
-          ¿Te gusta escuchar música?
-          ¿Cuándo escuchas música?
-          ¿Escuchas música en casa?
-          ¿Cuál es tu instrumento favorito?
Como esperaba, nadie me dijo que con nuestro cuerpo podíamos también hacer música, así que les comuniqué la noticia que recibieron con mucho entusiasmo. Les dije que nuestro cuerpo puede emitir muchos sonidos, y podemos hacer música con ellos. Mis perspectivas eran que se conociesen un poco más, trabajasen los sonidos corporales, la coordinación, el movimiento, el ritmo y la memoria.
Primeramente les expuse un ejemplo dando palmadas y afirmando que eso que hacía era un sonido. Les pedí que aportaran más sonidos corporales. Algunos se atrevieron con los pies, pero en general esperaron a que yo les ofreciera todos los sonidos posibles, por tanto, les pedí que me hicieran sonidos con las manos, los pies, las piernas, el pecho, la barriga, la boca, etc., procurando no dárselo todo hecho, pues el descubrimiento forma parte de sus aprendizajes.
Una vez que conocían que con el propio cuerpo podían emitir muchísimos sonidos, les propuse hacer música con nuestro cuerpo del siguiente modo:
Les pedí dar dos palmadas con las manos y dos golpes en el suelo con los pies. Aumenté los ítems desordenando la secuencia, trabajando la retención memorial y la coordinación. Ahora debían dar dos palmadas con las manos, dos palmadas en los mulsos y dos golpes con los pies. Y así varios ejemplos más con la misma finalidad utilizando diferentes partes del cuerpo, diferentes ritmos y duración, etc.
Para terminar, les propuse formar una orquesta con nuestros propios sonidos corporales ya trabajados. Dividí la clase en dos grandes grupos, y a cada grupo le asigné una retahíla. Los sonidos emitidos por ambos grupos debían respetarse y compenetrarse, aplicando habilidades y destrezas de retención, respeto, coordinación, etc., a partir de un ritmo y tiempo marcada por mí.


Esta actividad les adentró al mundo musical, motivándoles y entusiasmándoles a seguir descubriendo sonidos, tal y como sucedió en esta aula, que no pararon en toda la mañana de seguir explorando y buscando nuevos sonidos corporales. De este modo, este estado potencia la autoestima y la autonomía, garantizando un mejor desarrollo en el resto de competencias y áreas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario