En este post os hablaré sobre el
transcurso de una actividad que personalmente llevé a cabo en un aula de infantil de tres
años en la que primó la música.
A esta edad es natural que aún
estén inmaduros en la interpretación musical, y más aún si no adquieren conocimientos o no trabajan correctamente la expresión musical, como es en el caso
de esta determinada aula, aunque tal y como tengo entendido, es muy habitual que no se trabaje este ámbito en las aulas de infantil como es debido siendo tan imprescindible para el desarrollo infantil.
Sabemos que lo primero que descubren los niños y niñas es su
propio cuerpo, con lo cual, la mejor forma de introducirles la música y la transmisión de sonidos es a partir de la percusión corporal. Trabajar la percusión corporal es
una estrategia muy rica, además para potenciar el conocimiento del propio
cuerpo.
Desarrollo de mi experiencia
Para empezar, en asamblea, y con
la referencia de una “varita mágica” para que guardasen y respetasen
armoniosamente el turno de palabra, les hice preguntas relacionadas con sus conocimientos previos sobre la música, tales como:
-
¿Qué es de la música para ti?
-
¿Cómo crees se hace la música?
-
¿Qué instrumentos pueden hacer música?
-
¿Cómo podríamos hacer música?
-
¿Te gusta escuchar música?
-
¿Cuándo escuchas música?
-
¿Escuchas música en casa?
-
¿Cuál es tu instrumento favorito?
Como esperaba, nadie me dijo que
con nuestro cuerpo podíamos también hacer música, así que les comuniqué la noticia
que recibieron con mucho entusiasmo. Les dije que nuestro cuerpo puede emitir
muchos sonidos, y podemos hacer música con ellos. Mis perspectivas eran que se
conociesen un poco más, trabajasen los sonidos corporales, la coordinación, el
movimiento, el ritmo y la memoria.
Primeramente les expuse un
ejemplo dando palmadas y afirmando que eso que hacía era un sonido. Les pedí
que aportaran más sonidos corporales. Algunos se atrevieron con los pies, pero
en general esperaron a que yo les ofreciera todos los sonidos posibles, por tanto, les
pedí que me hicieran sonidos con las manos, los pies, las piernas, el pecho, la
barriga, la boca, etc., procurando no dárselo todo hecho, pues el
descubrimiento forma parte de sus aprendizajes.
Una vez que conocían que con el
propio cuerpo podían emitir muchísimos sonidos, les propuse hacer música con
nuestro cuerpo del siguiente modo:
Les pedí dar dos palmadas con las
manos y dos golpes en el suelo con los pies. Aumenté los ítems desordenando la
secuencia, trabajando la retención memorial y la coordinación. Ahora debían dar
dos palmadas con las manos, dos palmadas en los mulsos y dos golpes con los
pies. Y así varios ejemplos más con la misma finalidad utilizando diferentes
partes del cuerpo, diferentes ritmos y duración, etc.
Para terminar, les propuse formar
una orquesta con nuestros propios sonidos corporales ya trabajados. Dividí la
clase en dos grandes grupos, y a cada grupo le asigné una retahíla. Los sonidos
emitidos por ambos grupos debían respetarse y compenetrarse, aplicando
habilidades y destrezas de retención, respeto, coordinación, etc., a partir de un ritmo y
tiempo marcada por mí.
Esta actividad les adentró al
mundo musical, motivándoles y entusiasmándoles a seguir descubriendo sonidos,
tal y como sucedió en esta aula, que no pararon en toda la mañana de seguir
explorando y buscando nuevos sonidos corporales. De este modo, este estado potencia la autoestima y la autonomía, garantizando un mejor desarrollo en el resto de
competencias y áreas.